Oh Dios de Sión,
¡tú eres digno de alabanza!
¡tú mereces que te cumplan lo
prometido, pues escuchas la oración!
Todo mortal viene a ti con sus culpas a cuestas; nuestros pecados nos abruman
pero tú los perdonas.
Feliz tu invitado, tu elegido para hospedarse en tus atrios. Seremos saciados del bien de tu casa, de tu santo templo.
Con tremendas cosas nos responderás tú en justicia,
Oh Dios de nuestra salvación,
esperanza de todos los términos de la tierra,
y de los más remotos confines de la tierra, y de los más remotos confines del mar.
Tú, el que afirma
los montes con su poder, ceñido de
valentía;
El que sosiega el
estruendo de los mares, el estruendo de sus ondas, y el alboroto de las naciones.
Por tanto, los
habitantes de los fines de la tierra temen de tus maravillas.
Tú haces alegrar
las salidas de la mañana y de la tarde.
Visitas
la tierra, y la riegas; en gran manera la
enriqueces; con el río de
Dios, lleno de aguas,
Preparas el grano
de ellos, cuando así la dispones.
Haces
que se empapen sus surcos,
Haces descender
sus canales;
La ablandas con lluvias,
Bendices sus
renuevos.
Tú
coronas el año con tus bienes,
Y tus nubes
destilan grosura.
Destilan sobe los
pastizales del desierto,
Y los collados se
ciñen de alegría.
Se visten de
manadas los llanos,
Y los valles se cubren de grano;
Y los valles se cubren de grano;
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(Salmo 65, del primer versículo al cuarto en su primera parte corresponden a la versión "Dios habla hoy" y desde la parte final del cuarto versículo hasta el versículo 15, corresponden a la versión Reina Valera del 60)
¡Gracias Padre amado!