Esta verdad la podemos comprender más aún cuando leemos Ezequiel 36:26,27, donde contemplaremos lo que Dios hizo en nuestras vidas:
“Os daré corazón nuevo, y pondré espíritu nuevo dentro de vosotros; y quitaré de vuestra carne el corazón de piedra, y os daré un corazón de carne. Y pondré dentro de vosotros mi espíritu, y haré que andéis en mis estatutos, y guardéis mis preceptos, y los pongáis por obra”.
Valoremos lo que Dios ha hecho en nuestras vidas, al darnos de su ESPÍRITU: Pues él es el que nos da vida, él fue el que nos llevó a los pies de Cristo, él es el que produce en nosotros el querer como el hacer cuando nos sometemos a él para que dirija nuestras vidas, ¡él es el que fluye en amor cuando vive dentro nuestro!
¡Su gozo, su paz nos confortan día a día!
El es el que nos da paciencia en medio de las pruebas, hace que con BENIGNIDAD venzamos todo mal, él nos llena de bondad, amando al prójimo como a nosotros mismos, es Él que produce fe, mansedumbre, templanza ¡¡Aleluya!
Cuidemos de no entristecerle, con la desobediencia, para que su presencia no se aparte de nosotros, seamos fieles en espíritu, alma y cuerpo a nuestro Dios, para que podamos sentir ríos de aguas vivas corriendo por nuestro ser.
Por ello valoremos nuestra vida espiritual, que es preciosa para Dios, no tengamos compañerismo con los incrédulos, busquemos la comunión con él, ante todo y el compañerismo de aquellos que con un corazón limpio invocan el nombre de Dios. Perfeccionemos la santidad en el temor de Dios, no apaguemos al Espíritu, por el contrario dejemos que el guié nuestras vidas en todo. Porque la palabra de Dios nos dice en Ro 8:14 “Porque todos aquéllos que son dirigidos por el espíritu de Dios, estos son hijos de Dios.”
¡Dios les bendiga ricamente, con
su precioso amor!
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