¡CON AMOR ETERNO TE HE AMADO!
Jesús, nos tomó con sus preciosas manos horadadas por los clavos...
con mucho cuidado... con su divino amor... recogiéndonos cuando éramos un vaso muy sucio, oxidado, enmohecido, roto, tirado en la basura, un vaso que él conoce y dice: "Hay gran valor en esto".
Nos miro y nos amo, aunque, éramos espectáculos miserables... ¡nos amo!
El sabía que podía ser transformado en un vaso hermoso, y que aunque se encuentra en las basuras, no pertenece allí. Y pregunta cuál es el precio y lo compra; es suyo y queda santificado, separado de la basura; ¡qué precio pago!
"Fuisteis rescatados... no con cosas corruptibles como oro o plata sino con la sangre preciosa como de un cordero sin mancha, y sin contaminación" 1 Pedro 1:18,19
Recibimos la separación del pecado, la santificación, el perdón a través de la sangre por la fe; cuando el pecador se sumerge por la fe en la fuente, la sangre le hace más blanco que la nieve.
Y así renacidos, nuevecitos empezamos a caminar por el mismo camino que Cristo anduvo
y si permanecemos en él sentiremos sus manos en nuestros vasos limpiándonos, puliéndonos con dos poderosos instrumentos: La Palabra y el Espíritu Santo.
Muchos creyentes pueden palmear y saltar cuando se trata de la sangre, pero cuando descubren de la santificación por la palabra (aunque sí lo son por la sangre), se paralizan; allí se prueba al verdadero creyente, que no solo le entregó su corazón a Jesús, sino que está dispuesta a santificarse en espíritu alma y cuerpo para ser hallado IRREPRENSIBLE para la venida de Cristo. Como nos enseña la Biblia en el libro de Tesalonicenses 5:22:
"Y todo vuestro ser espíritu, alma y cuerpo sea hallado irreprensible para la venida de Cristo"
¡Dios les bendiga grandemente!
(Artículo de Revista Pentecostes 1987 - Asambleas de Dios)
(Artículo de Revista Pentecostes 1987 - Asambleas de Dios)
(Artículo de Revista Pentecostes 1987 - Asambleas de Dios)