"Yo
estaba, en el Espíritu
en el día del Señor,
y oí detrás de mí
una gran voz como de trompeta, que decía:
Yo
soy el Alfa y la Omega,
el
primero y el último.
Escribe
en un libro lo que ves,
y
envíalo a las siete iglesias que están en el Asia:
a
Efeso, Esmirna, Pergamo, Tiatira,
Sardis, Filadelfia y
Laodicea.
Y
me volví para ver la voz que hablaba conmigo;
y
vuelto, vi siete candeleros de oro,
y
en medio de los siete candeleros,
a
uno semejante al Hijo del Hombre,
vestido
de una ropa
que
llegaba hasta los pies,
y
ceñido por el pecho con un cinto de oro.
Su
cabeza y sus cabellos
eran
blancos como
blanca lana, como nieve;
sus
ojos como llama de fuego;
y
sus pies semejante al bronce bruñido,
refulgente
como en un horno;
y
su voz como estruendo de muchas aguas.
Tenía
en su diestra siete estrellas;
de
su boca salía una espada aguda de dos filos;
y
su rostro era como el sol
cuando resplandece en su
fuerza.
Cuando
le vi, caí
como muerto a sus pies.
Y él
puso su diestra sobre mí,
diciéndome:
No
temas;
yo
soy el primero
y
el último;
y
el que vivo,
y
estuve muerto;
mas
he aquí que vivo
por
los siglos de los siglos amén.
Y
tengo las llaves de la muerte y del Hades..."
Apocalipsis 1:10-18